En nuestra empresa, muchas veces decimos -y oímos- el famoso «voy a». Una vez tras otra: voy a hacer, voy a deshacer, voy a mejorar, voy a ampliar, voy a contratar,… «voy a…», «voy a…»
Tanto lo repetimos que, al final, de lo que decimos, hacemos la mitad de la mitad. Es entonces cuando el «voy a» se transforma en una «boya», vamos en un punto de anclaje estático y en inacción.
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