Como en la foto, el viento nos mueve y mueve nuestra empresa en una dirección preferente.
Lo fácil es dejarse llevar, ir dónde los demás, que el mercado, el cliente, que la situación sociopolítica y económica nos empujen.
Pero, ¿es eso lo mejor?
No, capitán, el rumbo de tu empresa no lo marca el viento. ¡Lo decides tú!
Te toca saber dónde quieres llegar. No tiene que ser siempre el punto más obvio y más cómodo, el de dejarse llevar, al que van todos, porque un día -y llegará- rolará el viento y entonces estarás en medio de la nada sin saber a dónde ir.
Nuestro destino puede ser diferente del obvio, del de siempre, del de todos e, incluso, sería mejor que no lo fuese porque, en el medio y largo plazo, nos diferenciará de nuestra competencia, nos dará un valor único. Ese debe ser nuestro gran objetivo planificado.
Para fijar el destino, contamos con nuestra experiencia, nuestro know how, nuestras capacidades actuales y futuras de producción, el coste, la capacidad de innovar, la de superar las expectativas del cliente.
También, como buenos capitanes, prepararemos la mejor embarcación y la dotaremos con los mejores compañeros de viaje, para navegar hacia allí. Busca a quién quiera enrolarse contigo por el proyecto, por el destino, por el viaje. A quien esté motivado para ello. No seas conformista con tu tripulación.
Estamos casi listos para zarpar. Revisa todo, planifica. Mira las previsiones de viento, de mar, las meteorológicas, posibles puntos de parada, de avituallamiento, de mantenimiento. No siempre el camino más recto es el mejor en la mar. Busca los mejores vientos, la mar más cómoda, la seguridad del viaje.
Ten por seguro que, en algún momento, te tocará el viento de frente. No pasa nada, ralentizará un poco tu desarrollo, pero todo es posible, capitán ¡te toca navegar de ceñida!